En esta entrada voy a intentar realizar una aproximación a un concepto que, en entradas anteriores, ha quedado pendiente, este es el de ‘innovación educativa’.
Siguiendo a Angulo y Blanco (1994), podríamos afirmar que una innovación es “la creación de algo previamente desconocido, la percepción de lo creado como nuevo y la asimilación de ese algo como novedoso”. Martínez Bonafé (2008) añade la intencionalidad de la innovación, acompañada del deseo de mejorar las prácticas educativas pre-existentes, puesto que se supone que parte de una reflexión previa. En el último caso exigiría una definición de calidad educativa o, al menos, de ‘prácticas educativas’, pues su mejora va a ser la que implique dicha innovación.
No obstante, encontramos una dualidad para entender dicho concepto: los modelos pedagógicos tradicionales, cuyas modificaciones están en las apariencias de sus prácticas educativas; y “los supuestos progresistas”, que tratan de modificar la cultura hegemónica desde el ámbito escolar (Carbonell, 2001). Indagando más en la visión progresista, deberíamos conocer cómo modificar la cultura hegemónica y, antes, qué es eso de la cultura hegemónica. Este concepto está, como mencioné anteriormente, muy ligado a la calidad educativa junto con el de ideología. (Constructo que vimos en una entrada anterior: Calidad educativa con Ángel Pérez.) En mi opinión, el conocimiento y estudio de dicho constructo es esencial para intentar realizar innovaciones educativas. En otras palabras, es imprescindible tener presente la influencia de la ideología en la educación. Así como indagar en él y los factores que lo componen y la forma en que recae o afecta a la escuela. En este sentido, como manifiesta Rudduck (1999), no podemos olvidar al principal protagonista de las innovaciones que intentamos llevar al aula: los discentes. Ellos, vividores del proceso de socialización en todas sus formas y con una capacidad crítica menor que la del docente, exigen los modelos conservadores de los cuales están acostumbrados a tratar y soportar. Debido a que dicho proceso de socialización no tiene retroceso, la lucha contra él debe realizarse siendo consciente del lugar del que se parte y hacia dónde va dirigida. He ahí que para mí no sea posible hablar de innovación sin antes "tomar parte" (Gramsci, 2011).
No obstante, encontramos una dualidad para entender dicho concepto: los modelos pedagógicos tradicionales, cuyas modificaciones están en las apariencias de sus prácticas educativas; y “los supuestos progresistas”, que tratan de modificar la cultura hegemónica desde el ámbito escolar (Carbonell, 2001). Indagando más en la visión progresista, deberíamos conocer cómo modificar la cultura hegemónica y, antes, qué es eso de la cultura hegemónica. Este concepto está, como mencioné anteriormente, muy ligado a la calidad educativa junto con el de ideología. (Constructo que vimos en una entrada anterior: Calidad educativa con Ángel Pérez.) En mi opinión, el conocimiento y estudio de dicho constructo es esencial para intentar realizar innovaciones educativas. En otras palabras, es imprescindible tener presente la influencia de la ideología en la educación. Así como indagar en él y los factores que lo componen y la forma en que recae o afecta a la escuela. En este sentido, como manifiesta Rudduck (1999), no podemos olvidar al principal protagonista de las innovaciones que intentamos llevar al aula: los discentes. Ellos, vividores del proceso de socialización en todas sus formas y con una capacidad crítica menor que la del docente, exigen los modelos conservadores de los cuales están acostumbrados a tratar y soportar. Debido a que dicho proceso de socialización no tiene retroceso, la lucha contra él debe realizarse siendo consciente del lugar del que se parte y hacia dónde va dirigida. He ahí que para mí no sea posible hablar de innovación sin antes "tomar parte" (Gramsci, 2011).
La indiferencia es el peso muerto de la historia. Es
la bola de plomo para el innovador, es la materia inerte en la que a menudo se
ahogan los entusiasmos más brillantes, es el pantano que rodea a la vieja
ciudad y la defiende mejor que la muralla más sólida, mejor que las corazas de
sus guerreros, que se traga a los asaltantes en su remolino de lodo, y los
diezma y los amilana, y en ocasiones los hace desistir de cualquier empresa
heroica. (Gramsci, 2011).
Bibliografía:
Angulo, J., y Blanco García, N. (1994). Teoría y desarrollo del currículum. Archidona, Málaga: Aljibe.
Angulo, J., y Blanco García, N. (1994). Teoría y desarrollo del currículum. Archidona, Málaga: Aljibe.
Carbonell, J. (2001). La aventura de
innovar. Madrid: Ediciones Morata.
Gramsci, A. (2011). Odio a los indiferentes. Barcelona: Ariel.
Martínez Bonafé, J. (2008). Pero, ¿Qué es
la innovación educativa? Cuadernos De
Pedagogía, 375, 78-82.
Rudduck, J. (1999). Innovación y cambio. El desarrollo de la participación y la comprensión.
Sevilla: Publicaciones M.C.E.P.
Lee, duda y escribe.