Confundí
los pensamientos eclécticos con los éticos. Obré en consecuencia de los ideales
del resto. Supe que Contexto me
hizo y deshizo y yo no fui ningún adepto a él, simplemente estuve en el lugar
conveniente o impropio, ya que no tuve elección y no puedo catalogar de fortuna
a lo que no es buscado, pertenece a la providencia.
Puesto que la nihilidad no provoca sucesos, ni benévolos ni frívolos, somos
parte de un vacío y un todo. De la clarividencia y la torpeza
de los que nos rodean, que nos moldean a su imagen y semejanza, como su dios
les dijo. Amén. Vivir en la absoluta
ignorancia de esto es júbilo para el humano, que falto de éxito no indaga en
cuestiones inanes para su cotidiana vida.
Aprendamos
idiomas, aprendamos ríos y lugares, aprendamos multitud de saberes y conocimientos que en
nuestra cotidiana vida, no tendrán cabida, serán tumores tan
inservibles que ni nos molestarán. Su propia existencia es paradójica, ya que
no es necesario para la supervivencia ni tan siquiera para la convivencia. Ni
hablamos de lo que estudiamos, lo ocultamos avergonzados de nuestros saberes, nos
sentimos verecundos por nuestro acento en otra lengua y, por lo tanto, ni lo
hablamos. De facto es bien sabido que
querer la polimatía está mal
concebido, “el que mucho abarca, poco
aprieta”, nos dicen. Aliende que con un "click" el mero gaznápiro sabe tanto
o más y te discute tus tesis porque él lo ha visto en sus cuatro pulgadas.
Seguimos
pensando y existiendo a la par que muriendo
en nuestro quehacer diario, las cosas no se hacen solas y la nevera no aporta
comida a su vientre, ya que no es autótrofa y necesita de otras especies para
llenarse. Comer ya no depende de la supremacía física, para cazar o recolectar
frutos, depende únicamente del poder adquisitivo, siempre que dispongas y
merezcas, puesto que hasta el derecho de venderte está reservado, inclusive la
comida, porque hasta los derechos
sociales están cuestionados. Ya no cuenta el físico, no hablo del estético, tan
importante, hablo de la fuerza y el coraje.
Encima
nos crean dependencias que anteponemos
a lo cibal para poder jugar con el miedo de si falta. Nos dan lo que nos quitan, nos hacen creer que no lo merecemos, y
que es suyo, y por eso hay un coste.
Entre costes y costes aceptamos y pagamos “porque
tampoco es tanto” y más vale no discutir. Ne quid nimis, nos dicen, como si
pudiéramos, eso es solo para privilegiados. La cotidiana vida no entiende de
verdaderos excesos, entiende de migas y migas de una cosa y otra diferente
cuando ya ha catado la primera.
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