Y aquí estoy. Frente al papel como frente
a la vida. Tan vacío, tan lleno, tan fácil de borrar y volver a escribir. Tan
fácil de equivocarse. Las letras son los pasos, los movimientos, todos tienen
retroceso o punto y aparte que nos permite avanzar hacía algún otro lugar.
Durante el último lustro aparecen voces diciendo que la vida no da segundas
oportunidades. Es verdad, da terceras, cuartas, quintas... Cada día es una.
Cada palabra es
otra. Pero vivimos con miedo.
El miedo nos detiene, nos mata y nos salva
de peligros. Sin embargo, está en auge expulsarlo para poder adentrarnos en
experiencias. Así, entre experiencias, silabas, letras, años y días, no nos
damos cuenta que nuestros propósitos fueron decididos por generaciones
dispares, aunque nos confundamos con ellos. El estrés y el agobio ya son una
única moneda con dos cruces y ninguna cara que mantienes diariamente en tu
bolsillo. Esa moneda que no quieres gastar, que conservas a toda costa, que
prefieres sacar un billete antes que perderla. Y seguimos adelante, como yo con
este papel rectangular dándole forma a base de deshilar círculos.
La realidad limita lo que hacer, no lo que
sentir. En cambio, nos esforzamos en hacer. Pretendemos sentir lo que nos dicen
que tenemos que sentir. Como si jugásemos con el ‘hacer’. Es
esforzarse en juntar letras olvidando el papel. Vivimos como si entendiésemos
el porqué, si es que lo hubiera, como si nuestro objetivo ya estuviese dictado,
como si el papel estuviese escrito. Lo ha estado, pero no por nosotros. Parece
que tenemos ese navío necesario para afrontar un camino desconocido de un lugar
desconocido. De repente, nos vemos con tenis por el mar, andando por el cielo o
volando a ras de suelo. Lo peor es que ni siquiera contemplamos las vistas.
La vida sigue su curso, llenándose de
letras, de borrones y puntos y aparte. Dándose forma hasta que un día dejará de
hacerlo. Seguimos haciendo y haciendo, esperando que, en otra vida, como si la
hubiese, se jugase al sentir. Y algunos incrédulos de estas letras vacías dirán
que, ‘¿qué más da todo este sinsentido?’ Ellos
llevan haciendo años y años y quieren que tú también hagas, no
vaya a ser que tú consigas sentir lo que quieres, haciendo aquello que quieres.
Mas, ¿a quién pretendo engañar? Si solo
escribo sentimientos que navegan sin rumbo fijo, que se pierden en el papel
porque no saben a dónde ir, ni saben por qué vinieron.
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