Quizá sea mi mejor poema o el más sentido, a buen seguro
al que más dificultad le he añadido.
Cada estrofa aumenta una silaba con respecto de la anterior, teniendo en total 11 estrofas, la primera estrofa eneasílaba (9 sílabas) hasta llegar a la última, eneadecasílaba (19 sílabas).
Nombres propios.
Su vida
ha sido un constante huir,
ellos
ya tenían bagaje.
Que se
lo digan a Samir:
sin
familia se tuvo que ir,
él tan
solo con su equipaje.
Bien caro
sería su peaje.
Zenobia
vio la muerte en el mar,
otros en
vallas buscan saltar,
Ben no
podrá ver su aprendizaje.
"Papa,
yo no navego” - Le dijo Hala.
Mazen
le aseguró una mejor vida.
Mazen
clamó al cielo, lanzó su "ojalá".
El mar
egeo: testigo de su huida.
Naim se
acostaba pensando en la Eurozona,
su lema
lleva palabras que atesoran.
Aquí,
donde ponen rejas a las olas.
Aquí
fabrican minas antipersona.
Olvidamos
el llanto de niños y padres,
que las
hijas van a regazos de sus madres,
cual
flor con sus raíces, siempre inseparable.
Olvidamos
lo que aguantan, ¡inaguantable!
Los
refugiados tienen la tierra prohibida,
su cielo
artificialmente cubierto de fuego,
el mar,
un precipicio, como única salida:
"Navegar
y ya veremos qué nos pasa luego."
Muchos
lo intentan a nado cuando el barco naufraga.
El
miedo no se pierde, si caes el mar te traga.
Ninguno
se atreve a preguntar por el oleaje.
Avisados
están de que hay que partir con coraje.
Allí
quieto estaba Ahmad, viendo la sangre derramada.
No
querían venir. Nain vio la violación de su hermana.
Selda
sufrió una fuerte explosión que le robó su cara.
Salir de
allí, el fuego quemaba, sus casas destrozadas.
Tan
solo miedo, dolor y daño: una infame pesadilla
que
provoca que tu cuerpo afligido se hinque de rodillas.
Han
quedado grabados muchos nombres que ahora nos chillan:
Aylan
Kurdi, eres y serás por siempre el niño de la orilla.
Soñaban
con Europa, pero nunca una Europa genocida.
Les
llaman refugiados, pero son mal-tratados como presos:
Nahum y
Khaled, ¿por qué tantos siguen retenidos en Lesbos?
Su único
delito: huir de una pesadilla que no deja restos.
Ya no
piden paz, solo piden que su corazón siga latiendo,
pero
todo lo que les rodea se convierte en un gran infierno.
Talid,
Gamir, Hatim también quieren dormir escuchando sus cuentos.
¿Y qué
cuentos van a escuchar? Si ni siquiera tienen alimentos.