jueves, 14 de mayo de 2020

Nadie.

Esta vez traigo un texto que empecé en 2018 (o antes...). Estaba guardado en una vieja carpeta. De hecho, a veces he rescatado de él alguna frase para otros escritos... La agonía, la tristeza del azar, la incertidumbre del bien expuestos en letras.

Nadie.
“Cuando paguemos el oxígeno que respiramos mediante un impuesto durante tres generaciones con la excusa de que hay que tratarlo porque está demasiado contaminado; a la cuarta generación será imposible convencerla de que el oxígeno debe ser gratis. Y que una vez lo fue.”
Foto propia.
Pensamientos estrellados en el cerebro a modo de explosiones espaciales. Uno tras otros y otros tras otros, hasta que crean órbitas celestiales. Marcos incomprensibles de voces que proliferan en la mente.
Mentiras repetidas que vacían toda coherencia de tus acciones. Verdades a medias que terminan por crear colapsos en tus decisiones. Ajetreos, prisas y titubeos llenan el mundo superficial en el que vivimos.
¿Qué hay de real si todo es pensamiento? ¿Por qué te sientes vació a pesar de todo lo que tienes? Vagar por la mente mientras sientes que las horas pasan. Pasan y pasan. El tiempo no es nuestro, aunque nosotros lo hemos creado. No nos pertenece ni el ayer ni el mañana, ni el hoy. Buscas controlarlo, pero, al final, te alcanza. ¿Quién marca la hora? ¿Quién marca el calendario? Preguntas sin respuesta que te llevan a más preguntas. Respuestas que exaltan su ausencia por más ahínco que pongas en su búsqueda. Tan perdidas como esas niñas que aparecen cada ‘x’ meses. En la tele. Y nos entretienen, hasta que una nueva vuelve a desaparecer… o aparecer.
Si los actos condenan a los que los cometen, la indiferencia nos mata a todos. Nos catapulta lejos del sosiego. La importancia está en el lugar, no el cómo. Tu posición en agua de nadie, donde nadie te insulta, donde nadie te aplaude, donde nadie mira, es en esa posición donde reside Nadie. ¿Ese eres tú? Alejarse del que discute y acercarse al que asiente. Los momentos incómodos dejaron de existir, el placer prima por encima del riesgo. Mentir ya es un disfrute para el que miente. Vivimos más pendientes de indicar al vecino que seguir nuestro camino.

Miradas cómplices en lugares hostiles para mentes indóciles. Escritos que suenan como vientos enamorados. Palabras que se inscriben en la mente. Designios que mecen la armonía, desmereciendo explicaciones. ¿Qué espero?

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