martes, 28 de abril de 2020

¿Llenar el vaso o encender el fuego? Parte 2

Parte 2 del comentario crítico sobre (antes deberías leer la Parte 1)
¿Llenar el vaso o encender el fuego? Viejos y nuevos riesgo de la acción educativa. (José Antonio Ibáñez-Martín, 2010).
En la entrada de hoy voy a intentar dar respuesta a las preguntas que me hice en la anterior y quedaron sin responder. Recuerdo que ya se respondió ¿qué hace el docente en el aula? Ahora pasamos a ver ¿qué hacen los estudiantes? Y ¿qué esperan el docente y los estudiantes del otro?

¿Qué hacen los estudiantes?
Vidrio Fuego Caliente - Foto gratis en PixabayCompartiendo su opinión, la mayoría, en definitiva, acuden a conseguir trabajo. Hoy día, la práctica en las aulas, indudablemente, es acerca de negocios. Por el contrario, debería alejarse de esto y, sobre todo, enseñar el “saber estarque permita al sujeto ser adaptable y autónomo, capaz de aprender por sí mismo lo que necesite para llenar su vida de sentido. Aun así, la concepción que prima en la sociedad es la que apoya esta adaptación del sistema educativo al mercado laboral, vertiginosamente cambiante, basándose en que será común cambiar de empleo hasta tres veces en nuestra vida activa, según se mantiene desde los sectores más liberales. No obstante, estos cambios de empleo, a buen seguro, no serán porque los trabajadores tomen la decisión propia de hacerlo, sino por obligación (Hirtt, 2003).
Más adelante, otra de las grandes preguntas que quiere dar respuesta este artículo es
¿Qué espera el docente de los estudiantes?
Es interesante la propuesta del ‘arco IRIS’ que nos ofrece Ibáñez-Martín (ver Interés, Reflexión, Incorporación y Superación en el alumnado), pero, en mi opinión, considero que el hecho de esperar que el estudiante logre tales acciones les exige demasiada responsabilidad. No debemos esperar más allá que lo que el estudiante pueda ofrecer, pues es asunto nuestro el proponer todas las condiciones para facilitarle el máximo crecimiento personal. Sin embargo, sí comparto que en el imaginario social sobre la profesión educativa esté el esperar que nuestros alumnos tengan buenos modales, pues sabemos de la dificultad para alcanzar ciertos conocimientos técnicos o profesionales, en cambio, lo ético debemos querer transmitirlo a todos los estudiantes que pasen por nosotros.
¿Qué esperan los estudiantes del docente?
Se espera, sin duda, que sepa individualizar la enseñanza dentro de un colectivo, teniendo en consideración, por supuesto, a ese colectivo. En este sentido, compartiendo la opinión de Gimeno (2005), el reto del maestro debe estar en investigar sistemáticamente la cultura que ofrece para no caer en el error del fracaso cultural, que nos conlleva inevitablemente al fracaso escolar. El fracaso cultural se da cuando lo que ofrecemos desde la escuela es improcedente y carente de sentido, dado la contemporaneidad de la época. Así, ambos fracasos unidos provocan el fracaso de la escuela como institución educativa, social y cultural. De hecho, según Armando (1987), desde el colegio se ha trabajado para conseguir un “producto final” sin conexión con sus experiencias previas. Para evitar que se produzca este tipo de situaciones debemos tener en cuenta la socialización. Esta se produce en múltiples sitios, en mayor medida en las actividades extraescolares, transmitiendo rápidamente lo que se denomina “cultura social”, que es más cercana a los intereses de los alumnos que lo que la escuela les aporta diariamente; la “cultura escolar”, provocando así un divorcio entre ambas. Para terminar, recogiendo palabras del propio autor del artículo, debemos tener en cuenta que todos los maestros son maestros de humanidad, quieran enseñarla o no.

Lee, duda y escribe.

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