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Este poema ha sido escrito íntegramente en
el confinamiento. De hecho, empecé a escribirlo el 28 de abril y hoy lo doy por
acabado. Sin querer profundizar mucho en él, quiero guardarlo ya y ponerme con
nuevos proyectos.
Vivir entre barras.
¿Y cómo escribir sin pensar en lo que
vives?
Alejarme de tus rezos y de
homenajes;
de las mentiras, de los errores y
horrores,
también de aquellas sombras que se vuelven
luces.
Domar a los caballos sin halar las crines
es como escribir mirando solo los fines.
Volar a ras de suelo con viejos patines
es escribir sin pensar aquello que vives.
¿Y cómo te explico que mi ocio es
sedentario?
Vivir recluso es lo mismo que
solitario
y el mal menor seguirá siendo voluntario.
En mi ocio nada ha cambiado: ¡mi poemario!
La tristeza de borrar un verso, el
calvario
de distraerse con todo el abecedario
y que fallen sílabas o vocabulario.
Bañarme en la poesía: ¡mi balneario!
¿Y cómo no caer en la desesperanza?
Escribir es bailar con las letras, es
danza.
Vivir entre barras y sellar una alianza.
Es Temis equilibrando nuestra balanza.
Los sapiens entre naturaleza y finanzas
y creer en la madre tierra y su venganza.
Los poemas son tus amigos de confianza
que con el tiempo los lloras con añoranza.
¿Y cómo te puedo explicar mi
disciplina?
La paciencia hace de una gran pila
alcalina.
Yo aplaudo raudo al teclado a ver si ya
atina;
los ojos cerrados, rimas en la retina.
¿Y cómo se explica lo que escribiendo
sientes?
Mírame, aquí ya muchos no son suficientes.
No puedes guardar ni una palabra entre
dientes.
El corazón late por los versos siguientes.
En un agrio mundo completo de
impacientes
la poesía da al que la lee aliciente
a despertarse en un mundo con medio ambiente
donde pensar es nadar a contracorriente.